La producción alimentaria, basada en una
agricultura intensiva y depredadora
Utiliza
agua, pesticidas y abonos químicos en exceso, con el consecuente estrés de la
tierra cultivable; destruye el medio ambiente, la biodiversidad y la autonomía
de los pequeños productores, dijo en la UNAM Carlo Petrini, presidente de Slow
Food
Ese
movimiento internacional trabaja por descolonizar el pensamiento en torno a la
gastronomía
En
promedio, 80 por ciento de las semillas en el mundo es propiedad privada de
cinco multinacionales y sólo 20 por ciento está en manos de las comunidades
rurales, señaló Carlo Petrini, presidente del movimiento internacional Slow
Food, cuya filosofía se basa en la defensa del placer gastronómico con el
compromiso de proteger la biodiversidad y la cultura.
En
el momento que ese 20 por ciento pase a ser propiedad privada, se terminará la
agricultura y los campesinos se convertirán en obreros, indicó al participar en
el Seminario del Instituto de Biología de la UNAM, organizado en colaboración
con el Seminario Permanente de Antropología de la Alimentación, del Instituto
de Investigaciones Antropológicas (IIA) de esta casa de estudios y Slow food.
En
el auditorio del Jardín Botánico, apuntó que existen dos concepciones diversas
sobre el significado de gastronomía. La primera, se refiere al arte de utilizar
materias primas para elaborar un platillo mediante recetas culinarias, “ésta es
una visión estética y la que predomina en el mundo”.
La
segunda, más acertada, es aquella que señala que se trata de una ciencia
compleja y multidisciplinaria. Por ejemplo, es química y física si prendemos
fuego para preparar alimentos, aunque incluye áreas como biología, agricultura,
zootecnia, genética, antropología, historia y economía política.
Con
esa visión, el movimiento internacional referido implementó su trabajo no sólo
en la academia, sino con políticos y gobiernos internacionales. “Trabajamos por
descolonizar el pensamiento en torno al tema, es decir, hasta hace unos años en
Latinoamérica persistía la idea de basar muchos de los platillos en la cocina
francesa o italiana, aunque la autóctona tiene una riqueza increíble”.
La
producción alimentaria se sustenta en una agricultura intensiva, que utiliza
agua, pesticidas y abonos químicos en exceso, con el consecuente estrés de la
tierra cultivable. “Este sistema de producción alimentario es criminal,
destruye el medio ambiente, la biodiversidad y la autonomía de los pequeños
productores”.
Carlo
Petrini señaló que aproximadamente 50 por ciento de los alimentos que produce la
agricultura en el mundo se van a la basura. Asimismo, la población mundial paga
más por consumir artículos ligth que por comida, “la situación es dramática”.
Pero
también en México el contexto es preocupante. “Resulta increíble que 21
millones de habitantes del campo sufran pobreza alimentaria; que seis mil
mexicanos mueran cada año por mala nutrición y, al mismo tiempo, que 250 mil
padezcan obesidad por el consumo de comida chatarra”, consideró.
En
cuanto a gastronomía, prosiguió, la del país ha sido reconocida por la UNESCO
como Patrimonio Cultural de la Humanidad, sin embargo, del exterior se
adquieren grandes volúmenes de alimentos chatarra, así como arroz, carne,
frijol y maíz.
Ello
significa que se destruye el agro local para promover cambios comerciales que
no sólo afectan la economía de los productores, sino la salud de los mexicanos.
“Es necesario modificar el paradigma, partamos de la sabiduría de nuestros
abuelos, de las mujeres y los indígenas”.
Para
lograrlo, las jóvenes generaciones son un vehículo importante. “La discusión no
es sobre el tamaño ni la tecnología, es sobre valores, y la manera en que
valoramos el alimento y la vida. Nuestro sistema está lleno de problemas,
errores y puede tener consecuencias funestas, de tal manera que vale la pena
comprometerse para trabajar por la alimentación del mundo”, manifestó.
Semillotón
Por
su parte, Edelmira Linares y Robert Bye, etnólogos e investigadores del Instituto
de Biología, presentaron el video El semillotón, acompañando a la Sierra
Tarahumara. Un programa de emergencia para la conservación de los maíces
nativos de la Sierra Tarahumara, producto del proyecto de investigación que
realizaron con la comunidad rarámuri para el rescate de diversas variedades del
cereal.
El
proyecto es un ejercicio solidario con las etnias marginadas de México, basado
en la filosofía de Slow food: “trabajar con los indígenas para recuperar sus
maíces nativos y sean éstos los que se siembren en sus tierras. Por la
situación de sequía que vive la región, las semillas que les fueron entregadas
en 2012 para su reproducción no requieren mucha agua para vivir, ni de insumos
especiales”, explicó Edelmira Linares.
Por
su parte, Robert Bye indicó que en la realización de este proyecto se contó con
el apoyo de Fundación UNAM, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de
la Biodiversidad y del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales,
Agrícolas y Pecuarias.
“Con este
movimiento pudimos lograr, durante el primer año, una cosecha de 25 toneladas,
aproximadamente suficientes para sembrar 11 hectáreas con ocho variedades de
maíz”
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