martes, 30 de julio de 2013

En las ciudades de Europa, el verano a orillas del río

Las orillas de los grandes ríos europeos, que parecían hasta hace poco condenadas a convertirse en vías rápidas para automóviles, ofrecen ahora un poco de oxígeno a las grandes ciudades y recuperan durante el verano una función recreativa y turística.
Las orillas de los grandes ríos europeos, que parecían hasta hace poco condenadas a convertirse en vías rápidas para automóviles, ofrecen ahora un poco de oxígeno a las grandes ciudades y recuperan durante el verano una función recreativa y turística
El Sena rodeado de suntuosos monumentos parisinos, el Danubio donde los vieneses pueden disfrutar de un chapuzón, el Vístula en Varsovia y el Manzanares en Madrid han vuelto a ser lugares dilectos de paseo.
"En todas esas ciudades, el agua sirve de imán. El deseo ya existía y sólo necesitaba un poco de incitación", afirma, entusiasta, la geógrafa Maria Gravari-Barbas, autora de un estudio sobre la reconquista de las orillas de los ríos urbanos.
"Son incontables las fiestas y festivales que tienen por decorado, y hasta por razón de ser, una porción urbana de orillas fluviales. Como si la presencia del agua fuera un pretexto para la fiesta, para reunirse", agrega.
En Viena, donde los habitantes tienen el hábito de bañarse en el Danubio desde hace un siglo, la isla Donauinsel, creada en los años 1970 y 1980, acoge tres días al año un popular festival de música. Al igual que el Sziget Festival, que atrae todos los años a decenas de miles de personas a una isla del centro de Budapest.
"Aquí no hay mar, pero tenemos la Donauinsel. En verano es un lugar fantástico para descansar o hacer deportes", dice Claudio, estudiante italiano oriundo de la región de Verona, entrevistado en esa isla de la capital austríaca.
París fue pionera en la reconversión de los ríos europeos. Desde 2002, las orillas del Sena se transforman todos los años, entre mediados de julio y mediados de agosto, en una inmensa y efímera playa. Para la operación se traen toneladas de arena, hamacas, tumbonas, sombrillas y hasta palmeras. Por la noche se organizan conciertos y la gente se junta para bailar el tango o el vals, recuperando una vieja tradición francesa de bailes populares en los chiringuitos de las orillas.
Claudine, una parisina de 67 años, se acercó esta semana "por primera vez" al lugar, con su nieta Marion, de 9 años. "No hemos podido irnos de vacaciones por falta de dinero. En general vamos a mi apartamento en Cannes, pero este año he preferido alquilarlo ¡Pero esto es fantástico, igual que en Cannes!", se entusiasma.

--EL AGUA Y LA FIESTA--

El alcalde de París, el socialista Bertrand Delanoë, estima que París-Playa significó el principio de una reconquista de las orillas del Sena por los habitantes. Tras diez años de operación, acaba de inaugurar un paseo permanente en la margen izquierda del mítico río: 2,3 km al pie de la Torre Eiffel, exclusivos para peatones.
Las críticas al proyecto en nombre del riesgo de más embotellamientos en la capital se acallaron rápidamente, como ocurrió con París-Playa, una iniciativa imitada en todo el continente.
El presidente honorífico de la Sociedad francesa de Urbanistas, Jean-Pierre Gautry, ve en la nueva tendencia el fin "de un gran paréntesis ligado al automóvil", durante el cual "la vida de las poblaciones quedó cortada de los ríos" que habían sido el corazón de las ciudades "durante siglos".
El fenómeno es general en Europa. Las orillas del Manzanares, durante largo tiempo ignoradas, fueron transformadas en 2011 en un gran parque, para el cual se plantaron 25.000 árboles en el marco de un proyecto bautizado Madrid-Río.
Las obras duraron siete años. Se reemplazaron las avenidas ruidosas y contaminantes por espacios verdes, lo que contribuyó a mejorar enormemente la calidad de vida de los barrios populares del suroeste de la capital. La M-30, carretera de circunvalación de la ciudad, fue cubierta en la zona.
El presidente francés Georges Pompidou (1969-74), bajo cuyo mandato las orillas del Sena en París se transformaron en vías rápidas para automóviles, decía que la ciudad debía "adaptarse al auto".
"Hoy se dice lo contrario", señala Gautry, recalcando que los ciudadanos vuelven a descubrir "una serie de valores esenciales en torno a la calidad de vida, ligados al agua".
Y entre esos valores está la fiesta. Alrededor de la isla de los Museos, a lo largo del Spree, late el corazón de la vida nocturna berlinesa. Una parte del río sigue siendo objeto de un pulso entre inversionistas inmobiliarios y opositores a las construcciones, que reclaman una zona verde.
En Varsovia, las orillas del Vístula volvieron a ser un lugar de moda en los años 2000. De día, los amantes de los baños de sol ocupan las playas; de noche las iluminan las hogueras alrededor de las cuales se preparan barbacoas y la gente canta y baila.

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