La única variedad transgénica que se cultiva en España con fines comerciales es el maíz MON 810, resistente a la plaga de taladro, de especial incidencia en el valle del Ebro, pero se importan otros productos modificados genéticamente como soja o colza.
La inmensa mayoría se destina a la alimentación animal.
España cultiva el 90% de la superficie transgénica en Europa.
Mientras la superficie cultivada aumenta, la
polémica sobre los transgénicos no se apaga.
Los organismos modificados genéticamente (OMG), conocidos como transgénicos, son más comunes de lo que pueda parecer.
La ropa que lleva usted puesta ahora mismo o el dinero con el que paga la compra son fabricados casi con total seguridad gracias a las hebras de algodón OMG
cultivado en EE UU, Argentina o Brasil, entre otros países.
Pero no solo eso. Los piensos con los que se alimenta el ganado están elaborados con cultivos transgénicos de maíz o soja, entre otros, y también productos destinados al consumo humano, como algunas salsas.
“Los transgénicos llegan al consumidor si cumplen todas las leyes y están etiquetados. No hay ningún problema, están autorizados para el consumo.
Otra cosa es que no se autorice para la siembra, como la soja”, aclara José Miguel Mulet, investigador y profesor titular del departamento de biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia y autor del libro Comer sin miedo .
“Los cultivos transgénicos principalmente van destinados a piensos para alimentación animal, por una causa muy concreta: la Ley europea obliga al
etiquetado. Los productores de alimentos saben que la gente es muy reticente al consumo de transgénicos y les da miedo bajar las ventas”, explica Mulet. La normativa obliga a las empresas a etiquetar y señalar
aquellos consumibles que tengan en su composición más de un 0,9% de productos procedentes de OMG.
“Todos los piensos compuestos vendidos en España son transgénicos; sin embargo, la legislación no obliga a que se indique en los productos derivados de animales que han sido alimentados con piensos modificados”, destaca Blanca Ruibal, responsable de agricultura y alimentación de la organización ecologista Amigos de la Tierra, quien considera que los
consumidores no están suficientemente informados.
Evaluación y control
Para que un producto transgénico tenga una autorización de consumo y
comercialización, debe superar estrictos controles, como pruebas de
alergenicidad. “Si se exigiera lo mismo a otros alimentos de los
supermercados, habría que quitar cacahuetes, marisco, melocotones, etc.
Todos ellos son alimentos que producen alergias y muchas pueden ser
fulminantes”, detalla Mulet.
“Son los alimentos más evaluados de la historia de la humanidad. Si un
transgénico produjera alergia, su venta no estaría autorizada”, sentencia el
investigador.
A pesar de los estrictos procesos de autorización y etiquetado, el
consumidor aún desconfía de este tipo de productos, algo que para Mulet
no tiene lógica. “La prueba de que los alimentos transgénicos funcionan es
que en 18 años no ha habido ningún problema de salud ni de medio
ambiente por este tipo de cultivos”, asegura. Y añade que “esto sí ha
ocurrido con la alimentación ecológica, como con la crisis del pepino”.
Pero existen otras opiniones científicas. “Los cultivos transgénicos suponen
riesgos para el medio ambiente y la salud, hay muchos datos”, asegura a
Sinc Dave Schubert , profesor y jefe del Laboratorio de Neurobiología Celular
del Instituto Salk en EE UU.
En un reciente artículo de opinión , Schubert aseguraba que los argumentos
utilizados para defender la seguridad de los alimentos OMG son
“afirmaciones descaradamente falsas”.
“El cultivo de transgénicos ha provocado un aumento masivo del uso de
herbicidas en los últimos 16 años, y el glifosato (un herbicida no selectivo
de amplio espectro) se encuentra dentro de las plantas transgénicas, lo que
lleva a su detección en personas”, asegura Schubert en su artículo. Según
indica el experto, este creciente uso de pesticidas ha fomentado que las
malas hierbas se vuelvan resistentes.
“No hay ninguna evidencia de que los alimentos transgénicos sean seguros
para el consumo humano, ni hay consenso sobre este tema dentro de la
comunidad científica ”, afirma Schubert. Y añade: “Es de suma importancia
educar al consumidor sobre la realidad de los transgénicos y que no se deje
engañar por la retórica de las compañías que los venden”.
Las organizaciones ecologistas apoyan esta opinión. “Ante la ausencia de
pruebas universalmente aceptadas de su inocuidad y de las incertidumbres
que existen, se tendría que aplicar el principio de precaución para
autorizarlos”, explica Luis Ferreirim, responsable de agricultura y
transgénicos de Greenpeace.
Pero Mulet rebate estas opiniones: “Si ahora mismo alguien descubriera
que un transgénico que está en el campo es tóxico, con los millones de
personas que están comiendo transgénicos en todo el mundo, se publicaría
en revistas de gran impacto”, defiende.
Con respecto a sus posibles efectos en la salud humana, el inmunólogo
Dave Schubert se remite a unos hechos concretos en Argentina, uno de los
principales productores mundiales de soja modificada genéticamente.
Según publicaba la agencia Associated Press , el uso de plaguicidas no
controlados para fumigar estos campos puede ser la causa de problemas
de salud localizados en la región más agrícola del país.
El mexicano Luis Rafael Herrera Estrella, director del Laboratorio Nacional
de Genómica para la Biodiversidad (LANGEBIO) y una referencia mundial en
investigación de transgénicos, opina que los ecologistas "han convertido
este debate en un asunto político olvidando los beneficios que pueden
aportar los cultivos transgénicos a países pobres o en desarrollo". Según él,
"su lucha contra los monopolios de las grandes multinacionales puede
impedir que variedades transgénicas disminuyan el uso de agroquímicos,
que son los verdaderos enemigos; se eviten daños a la biodiversidad y se
produzcan más y mejores alimentos para la creciente población mundial".
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada alimento transgénico
y su inocuidad deben ser evaluados individualmente, y no es posible hacer
afirmaciones generales. Esta institución recalca que la base para evaluar su
inocuidad debe ser el uso continuo de evaluaciones de riesgo después de la
comercialización.
“Los
alimentos
modificados
genéticamente
actualmente
disponibles en
el mercado
internacional han pasado las evaluaciones de riesgo y no es probable que
presenten riesgos para la salud humana. Además, no se han demostrado
efectos sobre la salud humana como resultado del consumo de dichos
alimentos por la población general en los países donde fueron aprobados”,
detalla la OMS.
Un experto desacreditado
Entonces, ¿existe realmente polémica científica acerca de la seguridad de
los transgénicos? “El problema es que con esto pasa como con el cambio
climático: se dice que el debate está abierto porque un científico lo niega,
cuando, en realidad, en el otro lado hay cien que aseguran que los datos
son irrefutables”, defiende Mulet.
En 2012, la revista Food and Chemical Toxicology publicó un polémico
artículo del biólogo francés Gilles-Eric Séralini en el que se aseguraba que
el consumo de alimentos transgénicos había aumentado la mortalidad en
ratones, hasta en un 50% en machos y un 70% en hembras.
Este artículo despertó las alertas de la comunidad científica y fueron varios
los expertos que discutieron su rigor. Entre ellos, la Autoridad Europea de
Seguridad Alimentaria (EFSA) señaló que este trabajo omitía detalles clave
para justificar sus resultados: “Teniendo en cuenta el estudio, tal y como lo
detalla Séralini, la EFSA considera que su calidad científica es insuficiente
para la evaluación de la seguridad y no ve la necesidad de reabrir la
evaluación de la seguridad existente del maíz NK603”.
Además, el pasado 10 de diciembre, un año después de la publicación, el
editor de la revista, Wallace Hayes, reconocía su error. “ Food and Chemical
Toxicology se retracta de este artículo porque nuestras investigaciones han
revelado que sus métodos eran científicamente defectuosos. No se pueden
extraer conclusiones definitivas y los datos no son concluyentes”.
Trigo y remolacha transgénica experimental
Aunque el único cultivo transgénico autorizado en Europa es el maíz MON
810, de Monsanto, en España se cultivan, con fines experimentales, otros
organismos modificados genéticamente. El pasado año, en Aragón se
autorizó el cultivo de otra variedad de maíz transgénico, con tolerancia al
herbicida glifosato y resistencia a insectos lepidópteros (mariposas).
Estos cultivos experimentales deben guardar una distancia de seguridad de
200 metros con respecto a otros cultivos de maíz convencional y al menos
cuatro líneas de maíz no transgénico deben rodear el ensayo, como trampa
de polen. El objetivo es observar posibles efectos negativos sobre la
biodiversidad, realizar la caracterización molecular de la variedad y llevar a
cabo estudios toxicológicos y alergénicos.
También el Instituto de Agricultura Sostenible de Andalucía obtuvo los
permisos para sembrar 1.000 m 2 de un trigo transgénico muy bajo en
contenido en epítopos, una estructura molecular tóxica para celíacos.
La organización ecologista Amigos de la Tierra rechaza "los experimentos
con transgénicos al aire libre, pero no nos oponemos a la investigación en
laboratorio", explica Blanca Rubial, quien indica que en España se cultivan
experimentalmente "plantas modificadas genéticamente muy diversas como
remolacha, patata; y cultivos como chopo, trigo, etc.".
Fuentes del Ministerio de Agricultura recuerdan que solo se autorizan estas
siembras "si se cumplen todos los requisitos y se supera la evaluación del
riesgo". Toda esta información es de acceso público, incluyendo la variedad
vegetal y la localización del cultivo.
Desde que se autorizó el cultivo en 1998, el maíz MON 810 ha supuesto un
ahorro de 156 millones de euros, según el informe ‘Quince años de cultivo
de maíz Bt en España: beneficios económicos, sociales y ambientales’
realizado por Laura Riesgo, doctora en economía por la Universidad de
Oviedo y profesora titular de Economía Aplicada en la Universidad Pablo de
Olavide.
Además, el cultivo de este tipo de maíz ha supuesto un ahorro de 490
millones de metros cúbicos de agua, una cantidad que equivale a abastecer
anualmente a 59 ciudades de 10.000 habitantes, según recoge el informe.
España cultiva el 90% de los transgénicos de la UE
Según los datos del Ministerio de Agricultura recogidos por la asociación
europea de bioindustrias Europabio, en el viejo continente se cultivan
149.926 hectáreas de maíz MON810.
“Solo dos modificaciones genéticas han sido aprobadas para su cultivo en
la Unión Europa y solo una de ellas se cultiva en la actualidad. Este es el
MON810, maíz resistente a la plaga del taladro que fue aprobado por
primera vez en la UE en 1998 y que ayuda a combatir una fuerte plaga de
insectos presente en varios países europeos”, señalan desde esta
asociación en su Guía de bolsillo sobre los cultivos MG y su regulación.
De toda esta superficie España ocupa el primer lugar con más del 90% de
las hectáreas, un total de 136.962. Por comunidades, Aragón posee más de
54.000 hectáreas y Cataluña cerca de 34.000, todas ellas de la variedad de
maíz MON 810. La superficie se estima a partir de la venta de semillas.
Al permitir únicamente este cultivo, “los agricultores ven cómo la Unión
Europea importa 48 tipos de OMG pero solo pueden cultivar uno de ellos.
Esta situación de desigualdad competitiva está frenando el impulso de la
actividad agraria europea”, subrayan desde Europabio.
Por su parte, numerosas organizaciones como Amigos de la Tierra,
Ecologistas en Acción y Greenpeace, entre otras, denuncian que existe un
"baile de cifras" en relación con la superficie cultivada. Según los datos
ofrecidos por los ecologistas, las comunidades autónomas contabilizan solo
cerca de 70.000 hectáreas de maíz transgénico, 60.000 menos que el
Ministerio de Agricultura.
El caso del maíz Pioneer 1507 y las mariposas
En enero de 2014, el Parlamento Europeo rechazó autorizar el cultivo del
maíz transgénico 1507, que ya se usa como alimento y pienso, porque,
según la opinión de los eurodiputados, no está demostrado que su polen
resistente a los insectos sea inocuo para mariposas y polillas. Sin embargo,
el comité de científicos de la agencia de seguridad alimentaria europea
(EFSA) respalda la seguridad de este cultivo de la multinacional
agroquímica Pioneer Hi-Bred.
“La EFSA ha acreditado la seguridad del maíz, el problema es que Europa
ha puesto el umbral donde le ha dado la gana, es una decisión política”,
opina Mulet.
Según los eurodiputados, la propuesta comunitaria no especifica las
condiciones para la protección de los ecosistemas como requiere la
legislación aplicable.
El conflicto dura ya más de doce años. La compañía norteamericana
Pioneer hizo su solicitud en 2001 pero la Comisión Europea no la sometió a
votación, por lo que la empresa interpuso varios recursos ante el Tribunal
General de la Unión Europea. Desde entonces, según indican a Sinc fuentes
de la CE, en seis ocasiones la EFSA ha adoptado dictámenes científicos
positivos sobre el maíz 1507 en 2005, 2006, 2008, 2011 y dos veces en
2012.
En septiembre de 2013, el Tribunal General de la Unión Europea dictó
sentencia y en noviembre la Comisión envió la solicitud de cultivo al
Consejo de Ministros, que ha mantenido el plazo legal de tres meses para
actuar.
El comisario europeo de Salud y Política de Consumidores, declaraba: “La
decisión de la Corte sobre el maíz 1507 confirma la urgencia de conciliar
reglas de autorización europeas estrictas y previsibles para el cultivo de
OMG, con una consideración justa de los contextos nacionales”.
El 11 de febrero de 2014, el Consejo de Asuntos Generales celebró un
debate público sobre el proyecto de propuesta para autorizar la variedad de
maíz GM 1507. Sin embargo, no hubo una mayoría cualificada a favor o en
contra de la autorización.
En paralelo, la Comisión ha pedido al Consejo de Ministros que celebre un
debate sobre su propuesta. El Parlamento Europeo ya ha adoptado su
posición en primera lectura, que permitiría a los Estados miembros
restringir o prohibir el cultivo de OMG en su territorio por motivos distintos
de los relacionados con los riesgos para la salud y el medio ambiente.
Zona geográfica: España
Fuente: SINC
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