viernes, 7 de noviembre de 2014

Escasez de agua, una bomba de tiempo en Sao Paulo

Ha pasado casi un mes
desde que Diomar Pereira tuvo agua corriente por última vez en su casa
de Itu, una ciudad dormitorio a las afueras de Sao Paulo que está en el
centro de la peor sequía que azota el sureste de Brasil en más de ocho
décadas.
Como otros en esta ciudad cuyo nombre
indígena significa "gran cascada", Pereira tiene que arreglárselas para
encontrar agua para beber, bañarse o cocinar. Hace unos días, cuando
las temperaturas alcanzaron los 90 grados Fahrenheit (32 Celsius),
condujo hasta un quiosco comunitario donde gente con botellas de
refresco vacías y jarras hacía fila esperando para usar un grifo de
agua. Pereira llenó varias garrafas con capacidad para unos 50 litros
(13 galones), que luego cargó en su Volkswagen escarabajo.
"Tengo
un trabajo, cinco hijos que criar y siempre ando apurado para encontrar
agua para poder bañarnos", dijo Pereira, un conductor de camión que
hace el mismo recorrido para obtener agua cada dos días. "Hay muy poca
agua para tanta gente".
Brasil se está
acercando al inicio de su temporada de lluvias estival en diciembre y
sus reservas de agua están casi desaparecidas. Más de 10 millones de
personas en todo el estado de Sao Paulo, el más poblado de Brasil y el
motor económico del país, se han visto obligadas a restringir su uso de
agua en los últimos seis meses. Uno de los depósitos que abastece a Itu
ha caído al 2% de su capacidad, y como se basa en la lluvia y las aguas
subterráneas en lugar de en los ríos, la ciudad está sufriendo más que
las otras.
En Itu, la desesperación se está
asentando. La policía escolta los camiones de agua para evitar que sean
asaltados por hombres armados. Los residentes piden que se reanude el
servicio de agua corriente que ha provocado protestas violentas.
Restaurantes
y bares utilizan vasos desechables para evitar tener que fregarlos y,
en las zonas donde los ríos se han secado, los negocios agrícolas
transportan la soja y otros cultivos por carretera en lugar de en barco.
"Estamos
entrando en territorio desconocido", dijo Renato Tagnin, un experto en
recursos hídricos del grupo ecologista Coletivo Curupira. "Si esto
continúa, nos quedaremos sin agua. No tenemos más mecanismos y no hay
agua guardada en secreto".
En el área
metropolitana de Sao Paulo la última temporada de lluvias terminó en
febrero con solo un tercio de las precipitaciones habituales - solo 23
centímetros (9 pulgadas) en tres meses. Las lluvias registradas en
octubre fueron de apenas 25 milímetros (una pulgada), una quinta parte
de lo normal.
Solo lluvias de verano consistentes y estables supondrían un alivio inmediato de la situación, dicen los expertos.
Pero
también culpan al gobierno y dicen que debe modernizar la red de
distribución de agua del estado, que pierde más del 30% de sus recursos
por filtraciones. Los defensores también piden plantas de tratamiento
para producir más agua potable, junto con una mejor protección
medioambiental para las cabeceras y los ríos que desembocan en los
embalses.
Tagnin y otros dicen que el gobierno
ignoró las peticiones de empezar el racionamiento de agua hace meses
porque no quería tomar esa medida antes de las elecciones de octubre y
arriesgarse a perder votos. Por su parte, el ejecutivo sostiene que no
hay necesidad para dar este paso. Dice que las medidas para conservar el
agua están funcionando, como ofrecer descuentos en la factura a quienes
limiten su uso y reducir la presión del suministro durante las horas de
menos actividad.
Pero activistas y grupos de
consumidores se quejan de que el gobierno ha hecho demasiado poco y
demasiado tarde y no mantiene informados a los usuarios.
La
empresa de servicios públicos más grande del estado, que abastece de
agua a más de 16 millones de personas en el área metropolitana de Sao
Paulo, estuvo meses sin reconocer la escasez que se avecinaba. Solo
recientemente se mostraron mapas en los que la empresa Sabesp mostraba
qué vecindarios estaban en riesgo de sufrir cortes de agua, y tuvo
cuidado para evitar el término "racionamiento".
En
Itu, donde los grifos llevan semanas secos, los residentes sueñan con
el racionamiento - al menos significaría que tienen algo de agua en
casa.
"Me olvidé de cómo es el agua que sale
del grifo", dijo Rosa Lara Leite, una mujer que cargaba con varios
litros de agua en cada mano en una de las fuentes más concurridas de la
ciudad.
Las autoridades obligaron a la ciudad
de 160.000 habitantes a cortar su consumo de agua diario de 62 millones
de litros (16 millones de galones) a 8 millones (2). Se han movilizado
docenas de camiones cisterna para transportar agua desde pueblos
lejanos. Grandes tanques con capacidad para 5.000 galones se han
instalado en toda la ciudad.
"Entendemos que
una necesidad básica de la gente es el agua. La necesitan", dijo Marco
Antonio Augusto, portavoz del grupo de trabajo gubernamental creado para
gestionar el abastecimiento de agua en Itu. "Estamos trayendo agua
desde todos los sitios posibles".
La panadera
Franciele Bonfim está almacenando cuánta agua cae en sus manos y en
todos los lugares posibles. Ella y un vecino pagaron recientemente 200
dólares para comprar un camión de agua, almacenándolo en dos grandes
tanques y unos 20 recipientes de plástico en los que una vez hubo
margarina con la que elaboraba sus pasteles.
"Es
un gasto adicional, pero al menos estoy bien durante 15 días", dijo
Bonfim, que utiliza y una gruesa manguera para verter agua en los cubos.
"Tardé mucho tiempo en utilizar toda esta margarina. Pero el agua se
agota rápido

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